A menudo hablamos de la belleza del rayo, de lo imponente y relajante que puede ser una puesta de Sol o del maravilloso espectáculo de una aurora boreal. Pero no todos reaccionamos igual ante tales fenómenos naturales. De hecho, hay mucha gente que se obsesiona con el pronóstico meteorológico porque le aterra la posibilidad de poderse encontrar con una tormenta y elige permanecer cerrada en su casa cuando empiezan a amontonarse las nubes porque le da pavor poderse encontrar con ellas. Si usted es de estas personas, sufre de ceraunofobia, es decir, miedo anormal a los rayos y truenos. Seguramente también sudará, respirará con dificultad e incluso el corazón se le acelerará. Los niños son los que más sufren esta patología.
Pero no es esta la única fobia relacionada con meteoros atmósfericos. La lista es interminable. Por ejemplo, al principio hemos hablado de las auroras boreales. Su belleza espectacular es un grave problema para quien sufre de aurorafobia. Cierto es que las condiciones meteorológicas influyen en nuestro estado de ánimo, en nuestro humor e incluso en nuestro carácter, pero hay personas que acusan mucho más que otras estos cambios de tiempo porque, probablemente, en algún momento de su vida les pudo haber influido algún meteoro de los que citamos a continuación: Anemofobia (al viento), heliofobia (al Sol), homiclofobia (a la niebla), nefofobia (a las nubes), ombrofobia (a la lluvia), quionofobia (a la nieve), etcétera. Incluso hay gente que no puede soportar mirar al cielo, es superior a ellos. Esta fobia tiene también su propio nombre, uranofobia.
Las fobias van asociadas normalmente a episodios de alteración o taquicardias; todo comienza con sudoración o palpitaciones, aunque a medida que la persona se expone al fenómeno los síntomas se incrementan y pueden ser peligrosos. También los fenómenos meteorológicos son los responsables de ciertas patologías físicas, como los dolores articulares, musculares, migrañas o cambios en la presión arterial. Las fobias meteorológicas podrían ser hereditarias, pero también pueden estar motivadas por algún tipo de trauma. Algunas de ellas, además, suelen ocurrir en edades tempranas, alrededor de los cinco años, como el miedo a la luna llena, los relámpagos, la lluvia o las tormentas, por su relación con la oscuridad o las películas de terror. En países más expuestos a los huracanes o los tornados un porcentaje elevado de personas desarrollan la llamada lilapsofobia.
Para tratar todas estas patologías existe la llamada terapia cognitiva; consistente en que el paciente recibe toda la información posible acerca del fenómeno concreto "hasta que lo identifica como algo inofensivo y entiende su fobia como algo irracional".
Y dentro de este mismo tratamiento, la llamada terapia de exposición gradual trata de acercar al paciente de forma progresiva al fenómeno para que pueda controlar poco a poco sus miedos y temores.
Diario: elpais.com
Fecha: 09/08/2014
Autor: Jovi Esteve
Fobia: meteorológicas
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