Se sabe que entre el 2 y el 5% de la población mundial sufre o sufrió de claustrofobia en algún momento de su vida. En la mayoría de los casos, aparece tras una experiencia traumática en un espacio cerrado, como puede ser un castigo al ser niños o que se haya parado el elevador.
En otras personas, la fobia a los lugares cerrados surge por “imitación” es decir, cuando alguien cuenta un hecho, se ve una película o una noticia que impresiona. Un caso puede ser el de un grupo de mineros que se queda encerrado bajo tierra o una historia donde un mago no puede salir al hacer su truco.
Los sitios donde con más frecuencia la gente sufre de claustrofobia son: el ascensor, los túneles, el metro, las habitaciones pequeñas o con poca ventilación (también las cerradas con llave), los sótanos y las técnicas de diagnóstico como la tomografía computada (TAC). En casos más aislados puede ocurrir en la cama solar, en las cabinas de teléfono, en las cuevas, en las minas, en el sauna, en los aviones, en las bañeras cerradas, en el cine o hasta en discotecas o teatros.
Generalmente la persona que sufre de esta fobia no se da cuenta por sus propios medios de la situación cuando el miedo comienza a aparecer. No puede igualmente pensar en otra cosa que no sea el encierro, por más de que escuche música, trate de hablar con alguien, lea una revista o respire profundamente. Lo que pasa por la cabeza de una persona con claustrofobia son las consecuencias del encierro en sí, sobre todo relacionados con morir asfixiado o a que nadie lo rescate a tiempo.
Por ejemplo, al detenerse un ascensor (principalmente los que tienen puertas automáticas), no podemos movernos mucho, estamos atrapados y si hay otras personas al lado, la situación se complicará aún más.
Diario: lamenteesmaravillosa.com
Fecha: 04/10/2014
Autor: Yamila Papa
Fobia: Claustrofobia
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